lunes, 4 de junio de 2012

Contra el viento del norte (Teatro Marquina)


Aunque no hayamos leído la novela, nos da la sensación de que la historia de Contra el viento del norte llevaba tiempo fluyendo por el aire a la espera de que alguien la pusiera por escrito. Tiene una trama muy actual, creíble y seguro que mucha gente ha pasado por situaciones parecidas. Daniel Glattauer tuvo la habilidad de ser el primero en atraparla y se ha forrado. Por lo visto, no es que haya dado muchas vueltas ni se ha complicado la vida, pero la jugada le ha salido redonda.

Sería difícil encontrarle muchas pegas a la versión teatral que ha puesto en escena Fernando Bernués. Es fácil identificarse con sus personajes, el relato avanza sin desfallecer, las soluciones escénicas son atractivas (muy efectivo el trabajo de José Ibarrola, fantásticos los dibujos de Naiel Ibarrola) y el espectador pasa una hora y media con media sonrisa, algunos momentos sensibles que no caen en lo sensiblero y un buen sabor de boca. Sin contar con todo su encanto, Contra el viento del norte recuerda a 84, CharingCross Road, y su adaptación teatral plantea las mismas posibilidades y los mismos problemas. Bernués ha hecho un trabajo delicado y preciso del que puede sentirse orgulloso.

Habrá quien pueda reprochar a la obra falta de valentía, pero tampoco creemos que la intención de sus responsables sea revolucionar la historia del teatro. Sí, quizá un poco más de retorcimiento, algunas gotas que hagan los personajes más complejos (en todo momento se sabe por dónde va a discurrir la historia), o, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de un autor austriaco, algo más de perversidad, pero a fin de cuentas se trata de un trabajo de teatro comercial irreprochable.

Sin duda, uno de sus puntos fuertes son los actores. Hace tiempo que nos venimos quejando de las dificultades de vocalización de los actores españoles: Itziar Atienza y Joseba Apaolaza hablan con una claridad exquisita y además ambos tienen voces muy atractivas. Aparte de eso (que debería ser un detalle menor, pero tal como están los escenarios patrios no lo es), Atienza despliega un trabajo lleno de matices y da a su personaje una capa extra que no está en el texto. Apaolaza saca partido de un personaje más antipático y logra hacer creíbles algunas actuaciones que sobre el papel parecerían más discutibles.

Pero sobre todo destaca la complicidad que ambos actores logran establecer pese a las rémoras que supone el que ambos personajes actúen juntos pero sin que puedan mirarse ni tocarse más que en muy contadas ocasiones. Pese a ello, su relación es física, mucho más sugerente que si fuera más explícita.

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