martes, 20 de noviembre de 2012

Doña Perfecta (Teatro María Guerrero)


Que la nueva etapa del Centro Dramático Nacional, a cargo de Ernesto Caballero, se abra con una obra de Galdós es una gran noticia. No solo porque sea el más importante escritor español desde Cervantes, y que además cuente con una obra dramática todavía por explotar, sino por lo que tiene de símbolo. Se trata de un autor que pese a su grandeza ha tenido que sufrir el mayor desprecio por parte de la “modernidad” y al que todavía hace falta reivindicar: es decir, darlo a conocer, porque defenderse se defiende él solito. También es un buen presagio que la función se inicie con un tren, aunque sea de juguete. Que luego la obra no cumpla del todo las expectativas, es un pequeño chasco.

La feliz idea de abrir Doña Perfecta con un tren se ve prolongada por un brillante recurso de puesta en escena: la utilización de las hermanas Troya como narradoras. La razón de su omnisciencia viene justificada por el desarrollo del relato, y su tono entre burlón y escéptico se ajusta tanto a la personalidad de los personajes como a las necesidades de su labor como comentaristas. Pero antes de que aparezca el título de la obra, todavía tendremos una excelente escena: la llegada de Pepe Rey y del tío Licurgo a Orbajosa: una fantástica manera de entrar en acción.

Enseguida la estructura del montaje queda clara: largas escenas que empiezan de una manera suave para acabar en una confrontación total. Pero es que la misma armadura recorre todo el montaje, que va de menos a más... hasta pasarse de rosca, como ya veremos. Donde mejor queda ejemplarizada esta evolución es en la magistral interpretación de Israel Elejalde, que sabe graduar el proceso de toma de conciencia de su personaje desde un pipiolo de la capital que traga con todo, hasta un airado radical dispuesto a romper con lo que haga falta. El momento esperado de su enfrentamiento con Doña Perfecta queda como el de máxima tensión y es resuelto por el actor con una emoción difícil de olvidar.

Una de las cualidades que hacen de Galdós tan grande es su capacidad para jugar con personajes que funcionan en clave de símbolos (el Pasado, el Progreso, la Iglesia), pero evitando caer en el estereotipo. Al contrario, todos sus personajes son humanos, reconocibles, no se mueven por el capricho del autor, sino que tienen sus propias convicciones y las defienden con el ardor necesario. Se trata de la gran capacidad de comprensión que solo los mejores escritores tienen y que Galdós supo desarrollar a lo largo de toda su vida.

Durante buena parte de la obra, Caballero consigue mantener esta dualidad. Por ejemplo, el don Inocencio de Alberto Jiménez, lejos de ser el típico cura malo y baboso de las obras más pedestremente anticlericales, es algo parecido a esos jesuitas retorcidos que aparecen en las obras inglesas que alertan sobre los taimados papistas. Es simpático, cizañoso, y logra arrimar el ascua a su sardina sin que nadie se de cuenta.

El problema es que en la parte final, cuando la trama lleva a los personajes al extremo, la puesta en escena no logra hacerse con las riendas de la situación. No es casualidad que el bajón coincida con la desaparición de Elejalde, pero el problema mayor es que la obra en si se desboca y ya no volverá a enderezarse hasta el repentino y precipitado final.

Otro aspecto que no nos acabó de convencer de la obra fueron las protagonistas femeninas. Por algo la obra se llama Doña Perfecta, pero aunque Lola Casamayor sepa defender su personaje, tanto Rey como don Inocencio le comen la partida y en cada uno de sus enfrentamientos acaba por retroceder. Y la Rosario de Karina Garantivá, alejada del estilo del resto del reparto, en lugar de optar por el naturalismo, cae en los momentos menos adecuados en el recitado. En las escenas más emotivas, más que expresar una pasión parece estar recordando su texto.

El público acogió la representación con respeto pero sin locuras (vamos, que de haber estado presente el autor, no se lo hubieran llevado a su casa en volandas). Creemos que el CDN está en el buen camino (con algunas reservas expresadas recientemente) y en la programación aparecen estimulantes propuestas que no nos queremos perder. Seguiremos atentos.   

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