Ésta es la primera obra a la que asistimos en la que el público tiene una mejor actuación que los intérpretes del escenario. Durante toda la representación el tedio sobrevoló por las butacas, los momentos supuestamente más divertidos eran acogidos con indiferencia y a veces incluso podíamos recorrer visualmente fila a fila observando como la gente miraba la hora. Sin embargo, cuando los actores salieron a saludar, la ovación que recibieron fue estruendosa, con bravos y multitud de público en pie. ¿En realidad se aplaudían a sí mismos por haber aguantado hasta el final? ¿Quizá el papanatismo es tal que una obra de Chéjov puesta en escena por una compañía bielorrusa se merece el mejor de los recibimientos, caiga quien caiga? Lo que no se nos pasa por la cabeza es que seamos nosotros los equivocados. Sabemos que la obra fue un timo y tenemos pruebas de ello.
Si te dicen: vamos a alargar una obra de un acto para que llegue a los dos horas. ¿Cuál sería el truco más ruin y rastrero que se te ocurriría? Presentar a los dramatis personae dos o tres veces y que estos vayan apareciendo hasta que hayan pasado cinco minutos. Y eso lo llaman “guiño al teatro noh”. Como buena obra moderna (algo que ya habíamos descubierto al ver que algunas de las actrices ya estaban en el escenario cuando todavía nos estábamos sentando), no pueden faltar multitud de cancioncillas. Y cuando decimos multitud nos quedamos cortos. Música y música y mala coreografía e interpretaciones pesadillescas. Ah, hablando de pesadillas. Por algún motivo, todas las frases de la obra se dicen en bielorruso y después en ruso y luego otra vez y a veces otra y otra, algunas como una docena de veces. ¿Será eso un homenaje a la ópera? Quizá esto tenga alguna gracia en su idioma original, pero mirando los sobretítulos que una y otra vez nos dan la misma información, dan ganas de abuchear o de quemar el teatro, y sólo nuestra compostura nos impidió dar la nota. (Milagrosamente para nuestra opinión, sólo vimos dos deserciones, y lo que es más destacable, una valiente espectadora que salió y volvió a entrar, eso se merecería una medalla.)
Nos gustaría que los que tanto aullaron al final nos explicaran sus motivos (se lo hubiéramos pedido, pero no nos gusta mezclarnos con esa clase de gente). Qué nos digan algo, cualquier cosa de esta versión que no haga a sus perpetradores merecedores de un juicio sumarísimo y su expulsión indefinida del mundo del teatro. Alguna vez nos hemos quejado de la mediocridad de alguna compañía nacional de España, pero si esta Boda es característica del teatro nacional bielorruso, los de aquí se merecen que les pongan un piso.
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