A
veces se trata de una simple cuestión de semántica. Resignación o
aceptación. Si te resignas, te rindes. Has perdido la batalla y ya
solo queda limitar daños. Encerrarse. Verlas venir. Pero la
aceptación es otra cosa. Es la reacción adulta. Es saber lo que
puedes obtener. Olvidarte de los sueños y prepararte para seguir
luchando. Y no hablemos del amor. O del “amor”. El amor
stendhaliano, el de la cristalización, el de la idealización.
Existe el sujeto, pero el objeto, incluso con esa denominación tan
horrible, casi ni hace falta. Y podemos hacer otro enlace para ir
llegando: la idealización del teatro. Lo que piensas antes de que se
alce el telón. Es mejor no ir con expectativas, pero eso es fácil
decirlo. Esta noche, la idealización: una comedia romántica. Sabes
lo que te esperas.
Y
entonces empieza Sé de un lugar. ¿Nos hemos equivocado de sala?
Esto es un monólogo un poco excéntrico. En nuestra cabeza,
elementos que no pueden faltar en la comedia romántica ideal:
personajes simpáticos. Con los que te puedas identificar. Y sin
embargo este tipo, Simó, desde la primera frase deja claro que no
busca hacer amigos. Nadie va a decir que está de acuerdo con él.
Sigue el desmontaje: habla de su padre, pero no, esta no será una de
esas obras que tratan de culpar al padre (o a la madre). Pese a lo
que pueda parecer, nada de psicodramas, nada de lamentaciones y
autoindulgencia. No es lo que nos pensábamos, pero bueno, es
penetrante y enseguida se pone evocador. Por si fuera poco, nos hace
reír. Y ahora aparece la pareja. El objeto, que desde luego no lo
es. Tampoco hay máscaras. Él se llama Simó, pero...
Porque
una de las cosas más admirables de Sé de un lugar es que Iván Morales ni se oculta ni se idealiza. Tampoco a sí mismo. Está claro
que hay mucho de él en Simó, y lo fácil hubiera sido deslizarse
por la comedia romántica de superhéroes: el enamorado firme,
seguramente traicionado, adorable pero que quizá no es capaz de
expresar sus sentimientos. Se merece la luna, el pobre, pero nadie le
comprende. Lo que pasa es que le comprendemos demasiado bien. No
quiere que le hagan daño, no puede soportar ya ni la perspectiva,
prefiere ocultarse, escuchar a los vecinos, los helicópteros, que la
vida pase por la calle, a ser posible sin que le moleste.
Pero
decíamos que ya había llegado Béré. Otra que tal. Idealista e
indecisa, en proporciones equilibradas. A ella no la entendemos de
entrada: tendría que aclarar las cosas consigo misma primero. Cada
aparición suya es como si llegara un nuevo per... no, como si
llegara una nueva persona. Si Simó busca la huida escondiéndose en
sí mismo, Béré toma el camino opuesto, irse a cualquier otro
lugar, lo más lejos posible. Evitar cualquier posibilidad de
encontrarse consigo misma, de tener que hacer frente a la realidad.
Ella es otra. Al menos Béré tantea, prueba cosas diferentes, se
equivoca. Porque sabe que equivocarse es la única manera de
aprender.
Nada
que ver con la idea que tenemos de una obra didáctica. Y sin
embargo. Porque lo que nos presenta Morales también es una historia
de aprendizaje. De cómo relacionarse con la vida. Pero a pequeña
escala, a 1:2, la escala de la pareja. Y también del individuo. Pero
parece que solo se puede llegar a esa paz interior después de haber
establecido un vínculo verdadero con otros. Eso no nos lo suelen
decir. Normalmente ahora hablaríamos de la escritura y la dirección
de Morales, pero en este caso nos parecería artificial. Las capas de
los personajes, el uso vibrante de los elementos escénicos... Bah,
todo eso no es más que teatro.
Algo
parecido pasa con Xavi Sáez y Anna Alarcón. La herida de Sáez, su
hundimiento, pero también su ilusión. Cómo presenta el patetismo
de Simó y le hace hermano. Sin explicaciones, sin disculpas. O la
capacidad de Alarcón para ser alguien totalmente diferente
cambiándose de camiseta. El amor-odio hecho carne. Muchas veces los
dos están juntos pero como si fueran objetos. ¡La escena culminante
dada de espaldas! Monólogos que parecen no afectar al otro, y que
sin embargo se convierten en intensísimos diálogos con el público.
Tenemos la sensación de que esto no puede ser una rutina. Todo esto
está surgiendo ahora mismo, ante nuestros ojos. No, esto no es lo
que nos esperábamos. Y entonces llega el final. Cuando todo esto
haya pasado, esto seguirá pasando.