En un principio no teníamos pensado escribir sobre Autochtone, entre otros motivos porque ni tan siquiera sabíamos cómo definir el espectáculo (¿circo, danza, teatro, acrobacias?), pero lo disfrutamos tanto (mejor no añadir “como niños”), que merece como mínimo algunas palabras de agradecimiento.
Tras la presentación del Collectif AOC miramos en nuestro interior y pensamos “en la que nos hemos metido”, porque tras apagarse las luces y ver a los integrantes de la compañía tenderse en el suelo, apareció Jules Beckman y con una mezcla de inglés y español nos introdujo en algo que no es ni circo ni danza ni teatro ni acrobacias, sino arte conceptual. Para salir huyendo (como por cierto hicieron algunos a los diez minutos, aunque quizá se debiera a la presencia de niños demasiado pequeños, si no por otra cosa, el volumen de la música no era el más apropiado para casi bebés). Sin embargo, tras la desalentadora introducción, el espectáculo va adquiriendo si no sentido, al menos ritmo y emoción. Y ya no nos bajamos.
Los primeros halagos deben ir precisamente hacia Beckman. Presentador y músico multiinstrumentista, durante todo el show se prodiga de un lado a otro del escenario, tocando la guitarra y la batería (a la vez), la flauta, diversas percusiones, y todo lo que se le ponga por delante, además de cantar de forma más que solvente. Es el único que da de cierta unidad, de continuidad a la propuesta del Collectif.
Algunos momentos del espectáculo son de una belleza pura, como cuando vemos a Fanny Soriano descendiendo por una cuerda con una elegancia sublime. Otros son tan vigorizantes como los saltos de Gaétan Levèque en la cama elástica. Como colofón, las acrobacias de Marlene Rubinelli-Giordano y Marc Pareti en el trapecio logran poner un nudo en el estómago. Gran parte del encanto del show está en su aparente sencillez, en su naturalidad. Apartado del barroquismo kitsch de otros circos modernos, aquí parece que todo fluye sin esfuerzo, y sin embargo en la parte final Pareti muestra su esfuerzo de una manera demasiado obvia. No sabemos si su dolor extremo es real o fingido, pero hubiéramos preferido que fingiera indiferencia: se lo habríamos agradecido igualmente.
Autochtone también cuenta con la colaboración de de la coreógrafa Karin Vyncke, quien deja su sello en algunos momentos de danza contemporánea que a algunos nos sacan un poco de la pista. Pero en realidad, hay tantos sitios a los que mirar, tantos logros en los que regodearse, que tampoco importa demasiado caer de vez en cuando en los clichés posmodernos. Los adultos parecieron disfrutar con los novamás y los niños expresaron su complacencia puestos en pie.
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