Aunque
no hayamos leído la novela, nos da la sensación de que la historia
de Contra el viento del norte
llevaba tiempo fluyendo por el aire a la espera de que alguien la
pusiera por escrito. Tiene una trama muy actual, creíble y seguro
que mucha gente ha pasado por situaciones parecidas. Daniel Glattauer
tuvo la habilidad de ser el primero en atraparla y se ha forrado. Por
lo visto, no es que haya dado muchas vueltas ni se ha complicado la
vida, pero la jugada le ha salido redonda.
Sería
difícil encontrarle muchas pegas a la versión teatral que ha puesto
en escena Fernando Bernués. Es fácil identificarse con sus
personajes, el relato avanza sin desfallecer, las soluciones
escénicas son atractivas (muy efectivo el trabajo de José Ibarrola,
fantásticos los dibujos de Naiel Ibarrola) y el espectador pasa una
hora y media con media sonrisa, algunos momentos sensibles que no
caen en lo sensiblero y un buen sabor de boca. Sin contar con todo su
encanto, Contra
el viento del norte
recuerda a 84, CharingCross Road,
y su adaptación teatral plantea las mismas posibilidades y los
mismos problemas. Bernués ha hecho un trabajo delicado y preciso del
que puede sentirse orgulloso.
Habrá
quien pueda reprochar a la obra falta de valentía, pero tampoco
creemos que la intención de sus responsables sea revolucionar la
historia del teatro. Sí, quizá un poco más de retorcimiento,
algunas gotas que hagan los personajes más complejos (en todo
momento se sabe por dónde va a discurrir la historia), o, sobre todo
teniendo en cuenta que se trata de un autor austriaco, algo más de
perversidad, pero a fin de cuentas se trata de un trabajo de teatro
comercial irreprochable.
Sin
duda, uno de sus puntos fuertes son los actores. Hace tiempo que nos
venimos quejando de las dificultades de vocalización de los actores
españoles: Itziar Atienza y Joseba Apaolaza hablan con una claridad
exquisita y además ambos tienen voces muy atractivas. Aparte de eso
(que debería ser un detalle menor, pero tal como están los
escenarios patrios no lo es), Atienza despliega un trabajo lleno de
matices y da a su personaje una capa extra que no está en el texto.
Apaolaza saca partido de un personaje más antipático y logra hacer
creíbles algunas actuaciones que sobre el papel parecerían más
discutibles.
Pero
sobre todo destaca la complicidad que ambos actores logran establecer
pese a las rémoras que supone el que ambos personajes actúen juntos
pero sin que puedan mirarse ni tocarse más que en muy contadas
ocasiones. Pese a ello, su relación es física, mucho más sugerente
que si fuera más explícita.
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