domingo, 3 de junio de 2012

El camino solitario / Le chemin solitaire (Teatros del Canal)


Después de nuestro reciente mal viaje belga, teníamos nuestras reticencia antes de emprender este camino solitario. Por eso, contra nuestra costumbre, hicimos un tanteo previo para recavar otras opiniones sobre el montaje, y aunque todo lo que encontramos hablaba maravillas del espectáculo, seguíamos sin sentirnos seguros. Sabemos bien que no hay que fiarse nunca de los críticos (¡encima franceses!), y por desgracia no encontramos comentarios de espectadores de a platea.

Al entrar en la sala, los ánimos seguían sin tranquilizarse. Los cinco actores de tg STAN estaban ya en el escenario, costumbre que ya alguna vez hemos puesto en cuestión. Además, las tablas estaban repletas de diverso menaje, lo que le daba cierto aire de instalación de arte contemporáneo (esto lo leímos en una de las reseñas consultadas: otro de los motivos por los que no nos gusta leer mucho sobre un espectáculo antes de verlo, nos puede guiar demasiado).

Llega la primera escena, y tardamos un poco en colocarnos. La luz de Thomas Walgrave es difusa y desconcertante, no ilumina bien y tampoco sabemos a qué viene ese tono anaranjado tan poco favorecedor (más tarde se comprenderán los matices y juegos de esta composición). Pero es que además los actores se van alternando la representación de los papeles. Esto es lo más curioso de la representación y además de indudable interés. Estamos acostumbrados a que el mismo actor interprete varios papeles, pero no es tan habitual que un mismo personaje sea encarnado por hasta tres actores. Además, no hay intención de continuidad o imitación: cada uno se lleva el papel a su estilo, lo que permite múltiples lecturas.

No negaremos que al principio es algo confuso y que cuesta hacerse con el ritmo. Parece que a los de tg STAN les pasa lo mismo y la primera escena no acaba de fluir, parece una tentativa. Cuando acaba, hay una larga (e injustificada) pausa en la que se producen las tres primeras deserciones. Toda la representación será un goteo de abandonos de público que no podrá parar ni una de las actrices despidiendo a uno de los espectadores que se marcha con un “buenas noches, hasta luego”. A menudo no hemos comprendido reacciones de entusiasmo ante funciones que a nosotros nos parecen aburridas o hinchadas, pero esta vez lo que no comprendemos es tan poca paciencia. De acuerdo, El camino solitario no es El maestro y Margarita, pero tampoco El alma de las termitas.

Con la obra ya carburando, llega una escena eléctrica, la conversación entre la antigua gran actriz venida a menos y su antiguo amante pintor. Aquí Jolente De Keersmaeker, sin compartir el gran momento, llena de desgarro los diálogos de Schnitzler y agarra al espectador (por lo menos a nosotros, otros siguieron abandonando la sala haciendo ruido). Por cierto, que el francés de los intérpretes nos pareció irregular y los sobretitulos a veces no eran capaces de seguir el ritmo de los actores, pero esto también tiene su encanto.

Quizá lo peor del montaje son las tonterías que hacen los actores cuando no están representando sus papeles. Una se mete en un cubo de basura, otro introduce su cabeza en una trituradora, ponen posturas raras. Al parecer se trata de una composición de Erwin Wurm, pero no le vemos el sentido ni la gracia, aunque tampoco es difícil no hacerles caso, lo que está pasando en escena tiene carne de sobra.

En el tercio final es cuando más clara se hace la habilidad de Schnitzler para construir entramados dramáticos que van más allá del predecible folletín para construir verdaderos dramas. Seguramente lo más recordado del autor austriaco sea su reconstrucción literaria de la Viena de principios del siglo XX y su habilidad para el retrato psicológico, caminos que recorrió Luc Bondy aquí mismo hace un par de años. No creemos que sea casualidad que tg STAN haya prescindido de ambos comodines y ofrezcan un espacio limpio de nostalgia y una huida de cualquier intento de interpretación del alma humana. Que esta compañía, sin director de escena ni adaptador, se centre en la palabra y la interpretación se merece todo nuestro respeto, y si no hubieran caído en la tentación del colorido en el segundo plano, estamos seguros de que su propuesta hubiera tenido todavía más pegada.

El camino solitario es la obra de un austriaco montada por una compañía belga flamenca que actúa en francés y que ha sido representada en Madrid. Esperemos que en el futuro el Festival de Otoño pueda seguir trayendo a la ciudad ejemplos como este del actual teatro europeo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario