Al
parecer el traslado de la representación de Los conserjes de San Felipe
del teatro María Guerrero al Español se ha debido a un problema con
el telón cortafuegos. Por eso, cuando se apagaron las luces y el
telón del teatro estuvo un buen rato sin levantarse, nos temimos lo
peor. Aunque quizá se tratase de una broma. De ser así, sería una
de las mejores de la función.
Y
es que el espectáculo tiene puntos a su favor, pero también una
rémora importante, y es que se trata de una comedia sin gracia. Y
eso que los actores hacen todo lo posible por divertir, a veces
incluso cayendo en la exageración, pero no es posible. La de por sí
triste sala medio vacía se volvía todavía más sombría debido a
la ausencia de las risas que debían completar los gags.
Pero
no queremos ser duros. En realidad nos parece que esta obra es un
perfecto ejercicio para los actores del Laboratorio Rivas Cherif, que
además de tener que interpretar numerosos papeles, cantan, bailan,
hacen pantomima, guiñoles y todo lo que se ponga de por medio. Y en
general salen con nota del envite. Antes decíamos que es una obra
sin gracia, pero debemos confesar que de principio, su humor no es
para nosotros, y sin embargo podemos apreciar todo el esfuerzo que se
ha puesto en el montaje para hacer algo digno y que, sin llegar a
convencer, al menos no deja la sensación de haber sido asistido a
una representación pobre o poco trabajada. Simplemente, es que no
funciona.
El
texto de Alonso de Santos se aleja de las conmemoraciones oficiales
al uso (pese a que la producción sí que cuenta con el apoyo del
consorcio pertinente), y utiliza la efemérides constitucional para
hablar del presente, comme
il faut...
Con el uso de canciones que pasan de la obviedad reivindicativa a la
pura consigna a gritos y recursos brechtianos de diversa índole,
aboga sin reservas por un teatro “intrahistórico”, pero al igual
que el teatro “acomodaticio”, el teatro “con mensaje” puede
caer con toda facilidad en la fórmula y perder su transgresión
cuando se ve sobrecargado de lugares comunes.
La
dirección de Hernán Gené intenta ser inventiva a cada paso, como en su
memorable puesta de Sobre Horacios y Curiacios,
pero lamentablemente no tiene su empuje. La propuesta se queda a
medias entre la gran producción tipo zarzuela y los nuevos proyectos
que ya hemos comentado en otras ocasiones de hacer musicales casi
minimalistas, pero la mezcla no cuaja. La escenografía y vestuario
de Pepe Uría es versátil y a veces deslumbrante, pero deja la
sensación de que o bien debería haberse optado (su hubiera la
posibilidad) por el mayor espectáculo, o decidirse por algo más
modesto, pero quedarse en un punto intermedio es quedarse en tierra
de nadie, como los personajes de la obra.
Sería
injusto valorar la nueva era del Teatro Español por una sola
representación, y ademas importada del CDN, pero lo cierto es que
hacía mucho tiempo que no veíamos la sala principal del teatro tan
vacía. Por el momento es, quizá, solo un símbolo. Esperemos que se
quede en eso.
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