viernes, 1 de febrero de 2013
Los Cenci (Teatro Español)
En nuestros últimos comentarios hemos hablado de la capacidad de Àlex Rigola para lograr que sus espectáculos despeguen como un cohete y del punto muerto con el que el espectador se topa al inicio de El malentendido. En el caso de Los Cenci, el público no tardará más que unos segundos en descubrir el tipo de teatro ante el que se encuentra: la comedia involuntaria.
Y es que si fuimos muy críticos con la adaptación que Eduardo Vasco ha hecho de la obra de Albert Camus, lo que ha pergeñado Sonia Sebastián a costa de Artaud no tiene nombre. Como decíamos; la cosa empieza con Celia Freijeiro saliendo de un cubo (¡el mítico cubo moderno!), mientras que por detrás Maru Valdivielso se encarama a una barra americana y Aaron Lobato inicia el repertorio de espasmos que ya no abandonará a lo largo de toda la función. Llega Celso Bugallo y al instante Luis Zahera. Entonces se produce un impasse durante el cual pensamos que a Zahera se le había ido el texto. Pero no, lo que más tarde interpretamos es que estaría pensando “ay madre mía, el papelón que me queda por delante”.
Porque pensamos que una actriz como Valdivielso mientras esta haciendo monerías en la barra con una manzana en la boca, a la fuerza tiene que pensar “¿pero qué estoy haciendo yo aquí?”. Que de acuerdo, que puede haber cosas peores (como por ejemplo dedicarse a escribir una reseña de esta función), pero pocas veces hemos asistido a un espectáculo tan lamentable. El malentendido nos parece un montaje fallido, pero respetable, profesional. En este caso las pretensiones y la falta de trabajo hace que nos sea mucho más difícil mostrar algo de comprensión.
La función en sí no avanza ni a tiros (literalmente). Se plantea una situación, y luego a dar vueltas y meter relleno, hasta llegar a una sorprendente elipsis en la parte final. La dirección no solo cae en todos los clichés del teatro autoconsiderado contemporáneo (cuando en realidad es tan antiguo como el amauterismo), sino que por si acaso el arsenal de paridas del teatro moderno no estuviera lo suficientemente bien surtido, también incluye algunas payasadas de la danza contemporánea.
Pero quizá donde mejor se comprueba la falta de preparación es en el texto. Admitimos no conocer la obra original, pero algunas de las expresiones suenan tan mostrencas que tienen que haber salido de una adaptación perezosa. “¿No has probado nunca la dulce miel del terror?”, dicho con miedo, no con sadismo. “En la vida se hace mucho y se dice menos”, ¿cómo?. “Parece mentira que del cuerpo de un monstruo pueda salir tanta sangre”: o me lo explicas o no voy a seguirte. Y todo el rato igual, da la sensación de que se ha querido resaltar algunas frases contundentes pero sin entenderlas ni hacer que tengan relación con la historia. Y además la construcción sintáctica de muchas otras frases es incorrecta, por lo menos en castellano.
El vestuario, gótico-o-algo-así, junto al decorado y los muñecos presuntamente dechiriquenses, abundan en la sensación de que estamos ante un montaje grotesco. Pero no grotesco en el sentido que a lo mejor satisfaría a sus creadores, sino en el de una función que tiene ciertas ambiciones y que debido a la falta de capacidades se queda en engendro.
Con estas rémoras, no podemos salvar de la quema ni a los actores. Aunque todos están igual de mal (en esto la dirección logra ser equilibrada), algunos papeles son especialmente ridículos. Así, el pobre Zahera, sin ir más lejos, tiene que componer un monseñor que se parece más que a Rouco Varela a Paco Clavel.
Por suerte, el público madrileño es bastante tolerante, sobre todo ante las chorradas, pero ante Los Cenci pudimos escuchar algunas risas en los momentos más dramáticos o disparatados. Por un momento nos preguntamos qué habría pasado si todos nos hubiéramos dejado llevar y nos lo hubiéramos tomado a cachondeo. Pero tal como está el ambiente, en el que ya no nos creemos nada, otra pregunta más seria se pasó por nuestra cabeza: ¿cómo es posible con un espectáculo con tantas carencias como este llegue a subirse a las tablas del Teatro Español?
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