lunes, 8 de junio de 2015

La noche de las tríbadas (Nave 73)

Uno de los debates intelectuales más reiterados (y cansinos) es el que plantea la posibilidad de que se pueda ser a la vez un gran artista y una mala persona. Se trata de una cuestión de principios (¿cómo va a ser posible que un alma corrupta pueda construir una obra que eleve el espíritu?) frente a experiencia, pues la lista de grandes creadores abominables no tendría fin. Visto lo visto, August Strindberg es uno de los más destacados integrantes de este catálogo de la infamia: sí, era un magnífico escritor, pero como persona daba asquito. Lo cierto es que gracias a la labor de Nórdica gran parte de la obra de Strindberg está siendo editada en español, lo que nos permite descubrir que es algo más que el autor de Señorita Julia; pero por otro lado también descubrimos que vaya elemento. Por ejemplo, en el libro de relatos Casarse podemos comprobar que pasó de ser un progresista a favor de la liberación de las mujeres a convertirse en un amargado misógino que leído hoy en día hasta causa gracia de pelotudo que era. Y entonces llega Per Olov Enquist...

Enquist también ha vivido un cierto resurgimiento en España, en gran medida debido a la reciente publicación de sus memorias. Además de dramaturgo, Enquist es guionista, novelista... y uno de los mayores expertos mundiales en Strindberg. Así que el retrato que hace de este en La noche de las tríbadas puede ser acusado de muchas cosas, pero no desde luego de estar poco documentado. Y el personaje que describe no es solo misógino, sino también cobarde, soberbio, intransigente, violento, inseguro, abusón y mucho más y nada bueno. Por si aún había algún resquicio para el entendimiento (que lo hay, aunque muy estrecho), Jorge Torres lo interpreta con una crispación que encima lo convierte en un desequilibrado peligroso. Para completar el cuadro, resulta que La más fuerte, la obra del propio Strindberg que sin mucho éxito intentan ensayar a lo largo de la representación, amenaza con ser falsa, pomposa y, en fin, un bodrio.

La noche de las tríbadas pertenece a ese género con entidad propia que es el teatro dentro del teatro, y si el concepto parece un poco anticuado, lo cierto es que la obra de Enquist tampoco ha superado muy bien el paso del tiempo. Escrita en 1975 y representada en numerosos países desde entonces, vista hoy la obra parece haber perdido mucha de la fuerza que pudo tener en el momento de su estreno. Aunque los diálogos mantienen la chispa, el desarrollo dramático parece atorarse en algún momento hasta el punto de que en la segunda parte no se detecta ningún avance, simplemente eternos retornos a los mismos temas. Ya que el texto se estanca, José Carlos Plaza da movilidad a la puesta en escena buscando un brío extra que saque de la catatonia, pero lo cierto es que la obra no acaba de fluir, como si las continuas interrupciones del ensayo que se representa también afectaran al discurrir natural de la obra.


Como decíamos, Jorge Torres interpreta a Strindberg sin buscarle simpatías ni redenciones. Es un mal bicho y lo proclama con orgullo. Hay algún momento de debilidad, alguna explicación sobre el origen de su inquina, pero al final acaba imponiéndose el monstruo. Montse Peidro interpreta a Siri von Essen con mucha desenvoltura cuando se pone en plan actriz decimonónica y demuestra sin aspavientos la santa paciencia que tiene para enfrentarse a su repudiador. Zaira Montes es una Marie David con menos tragaderas, capaz de encararse a Strindberg, de intentar comprenderle, y cuando lo hace, darle por perdido. Pese al buen trabajo de Montes, es en una escena suya cuando más evidente es el desfase de la obra. La evocación de su madre y de su infancia es uno de esos grandes momentos teatrales de los de poner la piel de gallina... y sin embargo no acaba de funcionar, suena distante y ajeno. Frente a esta lejanía dramática, Óscar Ortiz de Zárate construye un personaje cómico de gran efectividad, todo un José Luis López Vázquez que deambula entre la perplejidad y la camaradería, siempre oportuno en su intempestividad. 

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