Desde
que dejó de ser un izquierdista de encefalograma plano, David Mamet
se ha convertido en un autentico revolucionario. Porque si en Phil
Spector
convertía a su protagonista, encarcelado de por vida por asesinato,
en un excéntrico aficionado a las pelucas, víctima propiciatoria en
su condición de causa ejemplarizante del empeño de los liberales
por restringir el acceso a las armas, en Muñeca de porcelana redobla
la apuesta apiadándose de un pobre multimillonario a quien el poder
político quiere convertir en chivo expiatorio y demostración de que
nadie es más que nadie: el Estado se impone a la libertad
individual, cuidadín. Y si en Phil
Spector
se atacaba la envidia de las masas hacia los famosos, aquí se incide
en la estupidez del pueblo, responsable de los políticos que les
mangonean. Bueno, Strindberg o Ibsen también se opusieron a la
demagogia con rudeza. Pero si a algunos se les cortocircuitan los
cables al tener que conjugar eso de “artista de derechas”, lo que
a nosotros realmente nos cuesta admitir es que un autor al que hemos
admirado tanto y que todavía nos hace disfrutar cada vez que
revisitamos sus grandes obras, pueda haberse quedado reducido a algo
tan creativamente pobre como Muñeca
de porcelana.
Por
eso nuestra primera reacción fue “¿qué se nos ha escapado?”.
Es imposible que esto sea todo. Pero después de repasar lo que hemos
visto y de consultar un par de críticas del montaje americano, nos
tememos que sí, que Muñeca
de porcelana
es poco más que un esbozo de una obra de teatro, una propuesta tan
ligera que si no supiéramos que lleva la firma de Mamet nos costaría
atribuir a un profesional que lleva tanto en esto del teatro y que
tantas muestras ha dado de su genio. La función apenas dura hora y
cuarto y se pasa enseguida (lo más extraño es que al parecer la
versión americana llegara a las dos horas: no parece que se haya
reducido el texto, así que o allí se lo tomaban con calma o aquí
van a toda pastilla). Otras obras con esa duración se nos han hecho
eternas, así que, al menos, entretenida es. Pero a Mamet le pedimos
algo más, conflicto, giros dramáticos, densidad psicológica.
Cierto que el protagonista no es de una pieza, no es un mero símbolo
de ese rico acosado por los malvados progres, pero tampoco
encontramos en la obra una propuesta ambiciosa, un desarrollo
sorprendente y estimulante. Es como si almorzáramos un postre: está
bien, pero ¿no hay nada más? Al poco rato ya volvemos a sentir
hambre. La versión de Bernabé Rico es limpia, adjetivo que no suele
asociarse mucho con Mamet, y afortunadamente evita caer en la
artificiosidad habitual que en realidad es todo lo opuesto al estilo
del escritor americano. La dirección de Juan Carlos Rubio es
discreta, en el sentido de dejar el protagonismo al texto y los
actores. Y es en este último punto donde encontramos el punto fuerte
de la función.
Porque
menos mal que para defender al protagonista nos encontramos a José
Sacristán. Nos imaginamos una obra así en manos de un actor
mediano, competente, y el resultado solo podría ser catastrófico.
Pero Sacristán no solo solventa de manera sobresaliente el fastidio
de tener que simular todo el tiempo conversaciones telefónicas
(tampoco ayuda al desarrollo de la acción que se utilice
continuamente este recurso tan poco teatral, y que sin embargo en
Muñeca
de porcelana
ocupa casi todo el texto), sino que dota a su personaje de una
humanidad y una complejidad que van más allá del texto. Sin llegar
a la identificación, al menos logra defenderlo, hacerlo incluso
fascinante por momentos, como cuando da lecciones a su pupilo de cómo
llegar a ser un as de los negocios, de cómo convertirse en el dueño
de su destino, aunque estas clases magistrales acaben por volverse en
su contra. Javier Godino nos recuerda poderosamente a Albert Rivera,
no sabemos si por su traje o por la saturación que sufrimos de este
personaje. Por lo demás, tiene mérito que soporte su papel de
sparring del personaje de Sacristán durante más de una hora sin
coger lo primero que pille, la maqueta del avión por ejemplo, y
liarse a golpes con él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario