Ir
al teatro nunca es algo rutinario para nosotros. Pese a numerosas
decepciones y torturas, siempre conservamos algo de esperanza, la
mente abierta a encontrarnos algo diferente. Pero lo cierto es que
hay épocas en las que se hace más difícil mantener las ilusiones.
Una mala racha, un mal día, unas perspectivas poco halagüeñas. Así
que hay ocasiones en las que nuestra mayor anhelo es que la duración
de la obra sea menor de la anunciada. Puede sonar cínico, pero quizá
tener las expectativas bajas también pueda ser de ayuda. Así,
cuando te encuentras con una buena obra, esta adquiere tintes de
revelación. En los momentos de desengaño, después de ver un
engendro alemán, por ejemplo, es recomendable recordar estas
sorpresas, cuando tuviste tan claro por qué te gusta tanto el
teatro.
Cuando deje de llover puede parecer una obra al rebufo de ciertos temas de
actualidad que han conquistado la ficción hasta convertirse en
tópicos manidos y ya un poco cansinos, pese a su primario poder de
convulsión y emoción: la pederastia y el alzheimer. Pero la
escritura de Andrew Bovell es tan sutil, tan pudorosa, que el
espectador no detecta en ningún momento la explotación de la
fórmula ni el morbo, sino que reconoce a personas reales, con todo
su dolor, sus frustraciones y sus miedos. De igual manera, la
estructura de la trama puede sonar artificiosa, con todos esos
cambios de espacio temporal y físico, imbricados a través de
referencias cruzadas y repetidas, un poco al estilo de Las horas.
Pero la elegancia de Bovell se manifiesta en la facilidad con la que
estas capas de realidad se superponen. Al principio es confuso y el
espectador tendrá que poner mucho de su parte para seguir el hilo de
la historia, pero cuando da con la clave, todo se vuelve claro y
coherente, aunque no vendría mal volver a ver la obra ya avisado de
sus secretos desde el principio.
Este
inicio es un solo prodigioso de Ángel Savín. No somos muy
aficionados al teatro narrativo, pero cuando un actor toma la medida
de su personaje y es capaz de encandilar al espectador con el solo
poder de su voz y de una historia sencilla, hay que presentar armas.
Además, el relato de Savín se convierte en una red que irá
expandiéndose hasta cubrir toda la narración. Julián Fuentes Reta
sabe conducir con mano segura el progreso de la historia, con puntas
de emoción que no se le van de las manos y una gran habilidad para
evitar la dispersión a través de concisas soluciones de dirección.
Con escenas desconcertantes en un principio, desbordantes de
sentimiento según se van desarrollando, el espectador tendrá que ir
completando un puzle en el que las piezas se van dando la vuelta poco
a poco, con saltos hacia delante y hacia atrás, y que solo cobrará
pleno significado en la última escena, una preciosa reunión que
sirve como expiación colectiva.
Y
lo cierto es que la función está repleta de bellas imágenes. La
escenografía de Iván Arroyo está plenamente integrada con el texto
de Bovill, consiguiendo hacer sencillo lo que parece casi imposible
de llevar a las tablas, con tantas transiciones y cambios de
perspectiva. Pero si la escenografía es eficaz, la iluminación de
Jesús Almendro es milagrosa, un despliegue de recursos simples pero
de gran calado que dan a este montaje un sello propio e inolvidable.
Escenas como la de Gabriel y Gabrielle en la playa, bajo el cielo
rojo, o la de la ascensión a la montaña, son memorables
composiciones que conjugan una impacto visual aturdidor con un
desarrollo dramático conmovedor. Es una lástima, pero tenemos que
apuntarlo, que el sonido no esté a la altura del resto del montaje*.
Una
obra como Cuando deje de llover se merece un reparto a la altura, y
el de este montaje parece atravesado pero el fulgor de la historia.
Si para el espectador es gratificante (podríamos decir catártico,
ya que hablamos de teatro) asistir a una representación como esta,
para un actor debe de ser una experiencia que marque. Susi Sánchez,
como esa Gabrielle adulta y perdida, está una vez más pletórica.
Su personaje es el que más puede remover al espectador, pero Sánchez
prefiere alejarse de la obviedad, ni tan siquiera reclama compasión.
Es fuerte en su decadencia, ligera en sus evocaciones, resuelta en su
determinación. Felipe G. Vélez es un Joe fantástico, comprensivo
con Gabrielle y siempre dispuesto a ayudar, incluso cuando la
rendición es inminente. Ángela Villa, la Gabrielle joven, es mucho
más desenvuelta, con un toque algo chabacano, decidida a que nadie
vuelva a hacerle daño nunca más. Su relación con Jorge Muriel es
una pequeña y perfecta historia de amor, como una canción de los
Smith, y Muriel, que como traductor de la obra se tiene que conocer
todos sus secretos, transmite sus ilusiones y su ansia de respuestas
con claridad.
En
la otra pareja nos encontramos con Consuelo Trujillo, una Elizabeth
madura fuerte y antipática, incapaz de reconocer sus errores. Más
tarde comprenderemos de donde viene su resentimiento, pero al
principio parece fría y desdeñosa. Trujillo, que tiene esa
capacidad de las grandes actrices para marcar territorio e imponer
respeto, no dejará pasar ni una. Cuando vemos a Pilar Gómez como la
Elizabeth joven, la primera impresión no es muy acogedora y solo
según se va desarrollando su relación con Pepe Ocio irá cogiendo
el ritmo apropiado y la contundencia que se espera de ella. Ocio vive
un drama del que es el principal culpable. En ningún momento
convierte a su Henry en un monstruo, y su figura se irá gastando
hasta convertirse en un espectro. El último personaje en aparecer es
Andrew, que no tiene la entidad del resto de los personajes y cuya
función es instrumental, pero Borja Maestre no desdeña el papel y
le da la gravedad que reclama.
*Ciertamente, el Matadero no es el lugar más apropiado en cuestiones acústicas, y un montaje como el de Cuando deje de llover, "a cuatro bandas", ofrece dificultades extraordinarias. En cualquier caso, nos han asegurado que muchas de las deficiencias del estreno se han solventado con éxito.
*Ciertamente, el Matadero no es el lugar más apropiado en cuestiones acústicas, y un montaje como el de Cuando deje de llover, "a cuatro bandas", ofrece dificultades extraordinarias. En cualquier caso, nos han asegurado que muchas de las deficiencias del estreno se han solventado con éxito.
La vi ayer. Maravillosa. Sin problemas de sonido. Me gusta este blog. Abz
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