lunes, 3 de noviembre de 2014

Testamento (Teatro Valle-Inclán)

Por diferentes motivos, es difícil criticar una obra como Testamento. En primer lugar, y es obvio, porque las circunstancias de su creación son muy particulares. El hecho de que Vickie Gendreau, la autora de la novela en la que está basada, muriera a los 24 años de un cáncer cerebral y utilizara esta terrible experiencia como base para la redacción de su libro, hace que no se pueda ser ajeno a estas circunstancias. Pero es que la obra es tan inane, tan aburrida, tan pomposa, que tampoco nos es posible ocultar lo decepcionante de la experiencia. El tercer motivo es que este lamentable ciclo de Una mirada al mundo nos ha dejado exhaustos. Y con todo lo que está pasando empezamos a pensar cosas raras y a lo mejor se nos calienta la boca. Así que mejor no empezar a decir inconveniencias. Seremos breves.

Eric Jean ha querido dar al montaje de Testamento un aire elegíaco, convertirlo en una despedida que mezcla de celebración y agonía. Pero lo que le ha salido es un revoltijo que, pese a la fuerza de su tema, en ningún momento llega al espectador. De hecho esta obra es la demostración palpable de que ese tipo de poesía que se regodea en expresiones malsonantes y pretendida transgresión, no es capaz de ocultar que en realidad sigue siendo cursi, que es el peor tipo de poesía. En repetidas ocasiones el texto trata de crear un impresión de elevación, de trascendencia, pero es una pena que simplemente sea grandilocuente y un poco ridículo.


Para amenizar la velada abundan las canciones (por suerte no de Leonard Cohen), en general bien interpretadas, pero que no consiguen escapar al aire de banalidad de toda la obra. También hay diversas monerías que tratan de dotar de algo de fondo lo que es pura superficialidad, pero en ningún caso pasan de ser tiros con pólvora mojada. Los intérpretes, muy jóvenes, deberían contagiar verdad, pero se mueven con desgana, con esa rebeldía impostada que tanto molesta en la publicidad y que en un teatro todavía canta más. Eso sí, cosas peores hemos visto en este ciclo, y sin embargo la claque se mostró más fría que en cualquiera de las otras funciones. Será agotamiento. 

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