jueves, 15 de diciembre de 2011

Urtain (Estudio 1)


Ya hemos hablado en alguna ocasión sobre la poca estima que tenemos por el teatro filmado. Ni el ritmo (para nosotros el punto clave de la puesta en escena) ni el punto de vista (un falso purismo obligaría a mantener en las adaptaciones un plano general pobre y comatoso) hacen posible la translación entre los dos medios. Por ello, no valoraremos aquí Urtain como espectáculo teatral, sino como producto televisivo.

Primero nos gustaría resaltar la excelente realización de Andrés Luque, que sabe mantener la raíz teatral del texto, pero sin las imposturas ni las trampas que permitiría una producción no grabada en directo. Solo al final se colaron algunas cámaras que deslucían un poco el efecto general, pero Luque acierta a la hora de retratar con fidelidad la mayoría de las soluciones de puesta en escena de AndrésLima.

En cuanto al texto de Juan Cavestany, o mejor dicho, su adaptación, nos parece que peca de ambicioso. Intentar convertir la figura de Urtain en una especie de metáfora de España no deja de ser una exageración. Como retrato íntimo de un fracaso, la obra puede funcionar, pero cuando sus ambiciones crecen y el simbolismo se impone, como suele ser habitual en el teatro, la función fracasa.

Lo más extraño de ver una obra como Urtain en televisión es comprobar la descompensación entre la historia que nos están contando y la forma de hacerlo. Porque el trabajo de Lima, con el que mantenemos nuestros altibajos, es aquí más ocurrente (en el buen sentido) que nunca, pero también nos da la sensación de que está al servicio de una obra limitada. Hay buenos y continuos hallazgos, pero parece como si se agotaran enseguida, como si no hubiera manera de mantener la fuerza a lo largo de toda una escena.

Pero sin duda, lo más grande de Urtain, lo que da su auténtica relevancia, es la creación de Roberto Álamo. El resto del reparto, entre el que destacamos a Luis Bermejo, rodea con solvencia su exhibición, pero no nos engañemos, uno no puede apartar la mirada de su figura. Sus inagotables recursos, su capacidad para utilizar la voz y su manera de hablar con una versatilidad infinitas, su facilidad para cambiar de registro de manera instantánea, su impactante presencia... El espectador se siente apabullado ante una creación magistral, una interpretación que se queda en la memoria.

Cuando se habla de Estudio 1 siempre salen a colación Doce hombres sin piedad y José Bódalo. No sabemos si Urtain alcanzará el aura mágica de la producción de Pérez Puig, pero apostaríamos a que algún día será recordada como aquella obra en la que explotó Álamo, quien en este hipotético futuro ya será recordado como una figura mítica del teatro español. 

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