Es
curioso que tras nuestra última reseña nos hayamos enfrentado a una
obra como La avería, de la que nos será tan difícil extraer
algo bueno. Al menos podremos decir que al finalizar, el númeroso
público estalló en una salva de aplausos y bravos que nada de lo
visto hasta entonces hacía presagiar. Con nuestra experiencia en las
salas teatrales madrileñas, si no otra cosa, al menos hemos
aprendido a detectar cuándo una obra funciona, cuándo el público
se implica y cuándo está más pendiente del reloj (aunque sólo sea
por las luces de los móviles) que del escenario. En el caso de La
avería nos pareció percibir que la mayoría de la audiencia
estaba compartiendo nuestra impaciencia y nuestras ganas de que la
prueba terminara; y sin embargo, al final parecía que habían
entrado en trance (curiosamente, sólo a la parte central de la
grada, los laterales permanecieron impasibles: esto es digno de
estudio).
Por
suerte, hay algo más que destacar en la obra, y es la interpretación
de José Luis García Pérez. Al ver el reparto no hubiéramos
apostado porque fuera él quien se llevaría la función, pero
mientras los demás actores se ven coartados por las máscaras y por
una grandilocuencia, por una pomposidad impostada que acaba con los
mejores esfuerzos, García Pérez es capaz de hacer evolucionar a su
personaje por una extensa galería de emociones y sentimientos. No
solo se trata de esfuerzo, sino de verdadera comprensión de las
complejidades de su personaje y una tremenda eficacia a la hora de
mostrarlo sin pasarse, pero también con atrevimiento (y todo ello
esquivando las trampas de la puesta en escena).
Desgraciadamente,
no se puede decir lo mismo del resto de los actores. La pobre EmmaSuárez tiene que cargar con un personaje entre surrealista y
ridículo. Primero le toca la parte de la comida, con las absurdas
danzas y rituales que no se sabe muy bien a qué vienen ni cómo es
posible que gente con tanta experiencia teatral como la que ha
levantado este montaje no haya detectado en lo que es, es decir, una
memez. Y en la parte final no mejora, sino que en el papel de una
especie de pitonisa no deja de soltar chorradas al son de una
fanfarria que parece sacada de un concurso televisivo. Fernando Soto,
Asier Etxeandia y José Luis Torrijo tienen que sufrir unos
caracteres guiñolescos y pesados con los que hacen lo que pueden,
que no es mucho. Supongo que a todo el mundo que ve la obra le surge
inmediatamente la misma pregunta: ¿y por qué Portillo no ha elegido
a actores mayores? Ni idea.
Pero
esa es solo otra más de las muy cuestionables decisiones de
dirección. El equipo es irreprochable, nadie lo duda, la
escenografía de D'odorico es tan espectacular como cabe esperar, el
vestuario de Elisa Sanz es magnífico y la iluminación de Pedro
Yagüe (pese a que se fundieron algunas luces) es tan profesional
como cabe exigir. Pero de qué sirve todo esto cuando te da la
sensación de que lo que te están contando podían haberlo hecho en
quince minutos. La primera media hora es espantosa, pero es que luego
te das cuenta de que no va a ninguna parte, y cuando llega el clímax
con el juicio, ya como que no te importa. Las reiteraciones son
exasperantes, los subrayados ruborizan, las explicaciones te hacen
pensar si te están tomando por tonto.
Hay
un recurso típico en las novelas de detectives baratas en las que un
personaje dice “no he visto ese cuchillo en mi vida”, y entonces
el sagaz policía replica “¿y cómo sabe usted que le mataron con
un cuchillo?”. En La avería esta situación se repite al menos una
docena de veces. Esa es la manera de hacer avanzar una acción
hierática, esa es la manera de tratar al espectador.
Estoy de acuerdo en casi todo. El texto es un tanto plano y puede llegar a cansar, pero el trabajo de los actores es inmenso. Hasta Emma Suárez que es plana donde las haya, hace bien su papel. Es verdad que en la parte final, cuando casa cartas del tarot, no tiene el más mínimo sentido, pero evidentemente ella no tiene la culpa.
ResponderEliminarNo voy a decir nada de Trapps porque la debilidad que tengo yo por ese actor me impide ningún tipo de objetividad, pero creo que es cierto que está magnífico. Pero creo que los demás también lo son.
Y por Dios, el numerito de las comidas puede llegar a chirriar,pero el del queso es una obra de arte. (Estaba en el centro ¿influirá eso en mi percepción?)