Es
todo tan extraño. Quizá aquí es más evidente la reflexión
(¡metafísica!) sobre el teatro, sobre el oficio de actor. Pero nada
de rollos, de pararse a pensar y comunicar los resultados. Pura
acción. Una verborrea desbordada. Encarnaciones sin fin. Y muchas
risas. Parece que va a ser imposible llegar con ese ritmo al final, y
cuando se termina piensas, claro, es que duraba poco. Pero no, una
hora y media en todo lo alto. Y eso que en el momento del alioli las
carcajadas casi se convierten en estertores. En serio, algún cadáver
ha tenido que dejar esta obra detrás de sí.
En
realidad, casi todo lo que pudiéramos decir sobre Non Solum ya lo
dijimos al hablar de 30/40 Livingstone, así que lo reciclamos:
Non
solum es una de esas obras de teatro que leídas no deben de tener
ningún sentido, y seguramente poca gracia. Bandadas de profesores de
escritura dramática caerían fulminados si tuvieran que hacer frente
a su revisión. Y sin embargo, verla supone una experiencia
impagable, una infusión de buen humor sostenida durante sus fugaces
90 minutos. Sería fácil endosarle el típico eslogan de “no me
reía tanto desde...” y rellenar con la fecha en la que vimos
Livingstone.
Ya
desde el inicio el espectador entra en un mundo desconcertante del
que nunca saldrá. ¿Qué está pasando? A mí no me preguntes. ¿Qué
va a pasar ahora? Yo creo que ni los autores lo saben. El espectador
puede tentarse la ropa. ¿No estaremos ante una de esas ocurrencias
dadaístas que envuelven en vanguardia lo que no es otra cosa que
falta de ideas? Pero, en este sentido, la incertidumbre dura poco. En
cuanto Sergi López se topa con el fontanero desnudo, comienzan las
carcajadas y la búsqueda de un “mensaje” o de alguna coherencia
se hacen innecesarios.
El
trabajo de Sergi López es tan espectacular que se merecería una
ovación más larga que la obra. Hace tiempo leíamos que Sarah
Bernhardt inventó
el telón más rápido del mundo para asegurarse un número mínimo
de saludos. Esta obra no tiene telón, pero bien merecería la pena
esperar al telón
cortafuegos.
Y si López está inmenso, el oficio más sutil de Jorge
Picó no
desmerece en absoluto.
Dicho
esto, se podría tomar Non Solum como una obra concebida por Picó y
López para su lucimiento. Una sucesión de grandes momentos
postureros. Pero la obra también tiene una gran concepción
dramática, por mucho que pudiera asustar a algunos expertos. Si
tuviéramos que contar “de qué va” la obra, no tendríamos ni
idea de qué decir. Tampoco sabríamos definir el género. Ni
identificar sus temas. No podríamos estudiar su estructura ni
aclararnos sobre el dibujo de sus personajes. No hemos sacado ninguna
conclusión. ¿Qué es esto? En una palabra, teatro.
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